CULTURA Y MUERTE EN EL PERÚ
La cultura, los derechos humanos y los intelectuales son los objetivos de este odio. Y, en consecuencia, también lo es la memoria histórica.
“Cuando oigo la palabra cultura, saco la pistola”.
Se atribuye al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, esta frase. En el Perú actual, hay personas que la pronunciarían a gritos, pero, desgraciadamente para ellos, no han leído muchos libros, no saben quién fue Goebbels y solo tienen en común aborrecer todo lo que huela a cultura.
En Lima, la última frase de brutalidad similar ha sido: “los derechos humanos son para las personas, no para las ratas”, pronunciada por Morgan Quero, el precario ministro de Educación para denostar contra los ciudadanos acribillados en las protestas contra el gobierno actual.
“¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”, gritó por su parte el 12 de octubre de 1936 el general español José Millán Astray para incitar a sus mesnadas franquistas a despedazar a Miguel de Unamuno, el mayor filósofo del siglo XX.
Las tres frases expresan una malquerencia que se desparrama cuando el oscurantismo toma el poder. La cultura, los derechos humanos y los intelectuales son los objetivos de este odio. Y, en consecuencia, también lo es la memoria histórica.
En el Perú, eso es claro. Esta semana, el gobierno embistió contra un blanco que ya era evidente: el Lugar de la Memoria la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM).
Primero, fue destituido el historiador Manuel Burga Díaz, quien estaba al frente de ese organismo. Además de que Burga fue rector de San Marcos, su obra como académico es bastante conocida en el mundo, así como lo es el doctorado que le otorgó la Sorbona. Luego, fue sustituido por un bachiller cuyo nombre, por oscuro, resulta difícil recordar en estos momentos.
El LUM tiene por finalidad promover un juicio crítico y objetivo sobre la guerra interna que se desarrolló en el país durante el siglo pasado. Investigar, dialogar y reflexionar sobre lo ocurrido entonces tiene el objetivo de rescatar la memoria del Perú.
La ofensiva contra este organismo lanzada por diversos miembros del Gobierno, el Congreso y alcaldía de Lima parece estar destinada a hacer olvidar la historia o glorificar las supuestas hazañas del genocida Alberto Fujimori.
El último mes, han ocurrido otros hechos que expresan abominación contra la cultura: dos de los más importantes cantautores del Perú, el Dúo Arguedas, fueron impedidos de entrar al Gran Teatro Nacional donde estaban anunciados desde hacía tiempo.
Por otro lado, de súbito, la Casa de la Literatura anuló la entrega del Premio de Literatura 2024 que había sido otorgado a Juan Acevedo, creador de la famosa historieta El Cuy.
El Cuy y Humberto, un dúo de historieta similar a Don Quijote y Sancho, critica la represión de las protestas, el racismo, y otras tropelías emprendidas por quienes están en el gobierno.
Después, el galardón fue cambiado de manos hacia personas acaso menos peligrosas o más obsecuentes.
Nos gobierna un sector de la sociedad que sospecha o considera peligrosos a todos los que piensan. Más bien, se pide intelectuales que prefieran el rol de bufones a la voz altiva de quien denuncia y levanta.
Cuando tenía 25 años, recibí el Premio Nacional de Fomento a la Cultura, pero debo confesar que estoy envidioso de Juan Acevedo por el hecho de que este premio le haya sido arrebatado por algo que se parece cada vez más a una dictadura. Al ser anulado por este gobierno, el premio nacional al Cuy se vuelve más legítimo y glorioso.
Bien se recuerdan los millones de cadáveres que sembró Goebbels en Europa. Por su parte, en Argentina, luego del golpe militar de 1976 y, siguiendo la misma doctrina de odio a la cultura, el gobierno del general Videla quemó un millón de libros, cerró varias editoriales, encarceló a sus editores e hizo desaparecer a muchos de sus autores.
En la desdichada España franquista ocurrió algo similar, pero en momentos en que era amenazado, el filósofo Unamuno respondió al bestial adorador de la muerte: “Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho.”
Todo lo bueno que cayó ayer, resucito después… o volverá a nacer. Volverá.