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MI BUENOS AIRES QUERIDO

Una invitación de la Universidad Buenos Aires me llevó a esa ciudad. En mérito de ella, ofrecí una charla sobre Vallejo, José María Arguedas y Ciro Alegría en su versión narrativa o, más bien, algo así como escribir una novela sobre cada uno de estos tres asombrosos peruanos.

 Eduardo González Viaña

Publicado: 2024-06-29


A la salida de la aduana en Lima, debo confesar un robo: me he traído Buenos Aires. El Obelisco, las avenidas Corrientes y Santa Fe, La Recoleta, el teatro Colón y el barrio de San Telmo se hicieron sitio en mi maleta. Pero al río de La Plata no lo pude envolver y allí se quedó dando vueltas y vueltas mientras espera mi regreso.

Mi amigo Tito, quien viaja con frecuencia a este país, me recomendó traer de Argentina veinticuatro barriles de cerveza, cuatro tiras de oporto, seis tajadas de ponche con limones, aguardiente, coñac y más cerveza.

Le agradezco su generoso consejo, pero a mí me bastan algunas botellas de vino tinto “El enemigo”, “Alma negra”, “Altiplano”, “San Cristóbal” y “Trumpetter” malbec.

Además, no quiero cargar en el avión barriles ni botellas, sino levantar la copa “en un viejo almacén del Paseo Colón donde van los que tienen perdida la fe”.

Y lo haré solitario en un salón vacío donde solo vuele el fantasma de un malevo que, al morir en una pelea a cuchillo y al atravesar el umbral, se fue a vivir en otra ciudad del cielo llamada también Buenos Aires.

Solo y valiente, reclamaré al mesero otra copa de “El enemigo” y aquel adivinará sin preguntarme que mi soledad se debe a que declaré mi amor a la mirada verde de una porteña, y ella respondió sentirse incómoda por una pasión que trasciende universo y tiempo, y se continua en estas letras y en las que escribiré lejos de ella después y después de después.

El espacio es solamente un adentro y afuera, y una distancia que se puede vencer en un recuerdo. Así me alejaré y me acercaré todo el tiempo a esta ciudad que fue inventada por Jorge Luis Borges y Carlitos Gardel.

Los ávidos puñales de Rosas y la enferma crueldad de los Videla nada podrán contra el amor, la eternidad de las Madres de Mayo y las siluetas que bailan tango sobre el cielo color lavanda de Buenos Aires.

Una invitación de la Universidad Buenos Aires me llevó a esa ciudad. En mérito de ella, ofrecí una charla sobre Vallejo, José María Arguedas y Ciro Alegría en su versión narrativa o, más bien, algo así como escribir una novela sobre cada uno de estos tres asombrosos peruanos.

Me sorprendió en todo momento el conocimiento que los estudiantes de la UBA tienen en torno de nuestra literatura y de la realidad que la engendra.

Hay muchas razones para ello. En principio, y sin lugar a dudas, la Universidad de Buenos Aires es uno de los más respetados centros de educación del mundo de habla hispana que hoy, como todas las universidades y centros de estudios públicos de Argentina, lucha por su sobrevivencia y la preservación de la verdadera libertad, atributo esencial de la raza humana.

Hay una persona que encarna lo que decimos de la UBA. Es Enrique Foffani. Lo había visto mencionado en múltiples textos científicos y alcanzamos a coincidir en un congreso en Londres, pero en Argentina supe bien lo que su enseñanza ha significado para los nuevos doctores en Literatura y para los jóvenes que quieren descubrir los lazos que vinculan y hacen de nuestra América Latina un pueblo continente.

El más reciente libro crítico de Foffani, una antología literaria sobre las Malvinas, es un texto nacido para la historia. Por otro lado, su “Vallejo y el dinero. Formas de la subjetividad en la poesía” —ganador del premio Alfredo Roggiano 2020 al mejor libro de crítica literaria latinoamericana 2018-2019— es, ciertamente, lo más conocido de él y lo que lo convierte en un cien por ciento. Aparte, hay decenas de títulos que hacen el concierto.

Enrique y Julita, su compañera, nos permitieron compartir cenas con sabor literario, diseñadas y cocinadas por el propio Enrique, junto con anécdotas, lúcidas visiones sobre la realidad, risas, cariño y el conocimiento de algunos vinos excelentes.

Dice Borges que el mar es una larga separación entre la ceniza y la patria, y eso me hace pensar que ninguna separación es permanente y que, en cualquier momento, me tocará volver a Buenos Aires.


Escrito por

EDUARDO GONZALEZ- VIANA

Novelista, periodista y profesor universitario en Estados Unidos, Eduardo González Viaña publica cada semana la columna “Correo de Salem” que aparece en diarios de España y de las Américas. Inmigración, cultura y análisis político son sus tópicos más frecuente


Publicado en

El correo de Salem

Un blog de Eduardo González Viaña