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UN PLANETA LLAMADO EUGENIO

Ayer me enteré de que el astro 4234 ha cambiado su designación numérica y ha comenzado a llamarse con el nombre de mi amigo, Eugenio Evtuchenko.

Por Eduardo González Viaña

Publicado: 2023-08-17


Recién me entero que era un planeta, mucho más que un hombre, aquel enorme amigo eslavo con quien vagabundeé por el Perú durante el segundo semestre de 1970.

Se llamaba Eugenio Evtuchenko (1932-2017) y era uno de los gigantes rusos, como Dostoievski, Tolstoy, Gorky o Chéjov, que han hecho que su idioma traspase las fronteras que han separado siempre a ese gran imperio del resto del mundo.

En la Unión Soviética, donde vivió la guerra y el deshielo, colmaba estadios. La gente se reunía en esos inmensos cosos deportivos, aunque no necesariamente para asistir a un partido, sino para escuchar a un poeta.

En 1970 llegó al Perú, Nos conocimos y, convertidos en amigos inseparables, caminamos por uno y otro lado en busca del recuerdo y de la inspiración al igual que en pos de un estadio en el que pudiera hablar.

Geni, antes de llegar al Perú, había estado en Santiago de Chile con Pablo Neruda. El gran poeta chileno lo había sido invitado a participar en un gran acto público en un estadio de Santiago, pero Evtuchenko dijo con estudiada modestia:

— Tú sabes, Pablo, que mi castellano es muy pobre. No me podría dejar entender –dijo, con sus rotundas erres y con sus “oes” que se convertían en “aes”.

Debido a eso, Pablo leyó “Alturas de Machupicchu” y otros poemas, durante una hora.

Al final, y luego de un vocinglero aplauso, la gente comenzó a reclamar la presencia del gran poeta ruso en el estrado.

Aquel no pudo resistirse y tomó el micrófono.

Otra vez sus “oes” se convirtieron en “aes” y las “erres” subieron y bajaron de los cielos. Y la gente aplaudió y aplaudió. A los que aplaudían no les importaba lo que Eugenio decía, sino cómo lo decía. Al final, los aplausos superaron a los que tributaban al grande chileno.

Dos cosas habían herido la inconmensurable vanidad de Neruda: que su amigo fuera más aclamado que él y que hubiera sido el actor de fondo, y entonces no pudo contenerse:

— Eugenio −sentenció Neruda−. Aquí en Chile, la gente dice que yo soy un “filho de putana”. Eso no se podría decir de ti. Tú eres hijo de un "sovjoz", de una cooperativa, de putanas.

Un diario de Lima editorializó sobre la presencia del gran poeta ruso: “Evtuchenko se ha quedado varios meses en el Perú y se sigue quedando. Quizás lo que ocurre es que no lo dejan entrar de vuelta a Moscú…”.

En privado, Geni me dijo:

— El que escribió eso es un idiota. Por supuesto que me van a dejar entrar. El problema no es ese, el problema es si me van a dejar salir nuevamente.

Con esas expresiones, Evtuchenko mostraba su posición política, un inevitable desencuentro con el autoritarismo de la Unión Soviética de entonces.

Una de las primeras cosas que me pidió fue que lo condujera a la tumba de José María Arguedas, quien había muerto el año anterior. Lo llevé al cementerio y tuve que pedir apoyo en la administración para que me dijeran dónde se hallaba enterrado el escritor.

Frente a la tumba, mi amigo no habló, ni yo podría haberlo hecho. Después de media hora de silencio, Geni me llamó la atención:

— No entiendo cómo es que tú no supieras el lugar exacto de la tumba. En Moscú, yo visitaba semanalmente a Boris Pasternak.

Debe ser por eso que, hace unos meses, me armé de coraje y de recuerdos y escribí la novela Kachkaniraqmi, Arguedas”. Vale decir que, desde el pasado, Evtuchenko me sigue enviando consejos. Ellos hacen que la memoria, mi memoria, llegue y me rodee y me haga escribir.

“-El consuelo de rodar mundo es que uno se hace más duro. Te falta rodar más, y mucho más levantar los ojos. Solo así serás, un día, formidable.- Me dijo el formidable escritor.

Ayer me enteré de que el astro 4234 ha cambiado su designación numérica y ha comenzado a llamarse con el nombre de mi amigo, Eugenio Evtuchenko. Eso significa que voy a mirar con más frecuencia hacia arriba, y acaso más arriba, cuando quiera reclamar una idea loca de los cielos.


Escrito por

EDUARDO GONZALEZ- VIANA

Novelista, periodista y profesor universitario en Estados Unidos, Eduardo González Viaña publica cada semana la columna “Correo de Salem” que aparece en diarios de España y de las Américas. Inmigración, cultura y análisis político son sus tópicos más frecuente


Publicado en

El correo de Salem

Un blog de Eduardo González Viaña