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JUSTICIA SOCIAL, ¿UNA INVENCIÓN DE LA IZQUIERDA?

Por: Eduardo González Viaña

Publicado: 2023-05-11



“La justicia social es un invento de la izquierda que solo promueve la cultura de la envidia, del rencor y de buscar falsos culpables”.

Lo acaba de decir Isabel Díaz Ayuso, candidata del Partido Popular a la reelección de la presidencia de la comunidad de Madrid, y el más firme pivote de la ultraderecha mundial en su afán de conquistar todo el poder.

Parece increíble, pero los ultraconservadores, en sus avasalladoras apetencias, muestran las verdaderas fauces de su dogma al tiempo que enfrentan la fe cristiana que, supuestamente, afirman defender.

Se ha interpretado las declaraciones de Ayuso como una arremetida contra los continuos llamados del Papa Francisco a la justicia social como única forma de conseguir la paz entre los hombres. Arrogante, la ultraderecha parece suponer que ya no es necesario el apoyo de la iglesia, pero eso hace que buen porcentaje de los españoles se esté sintiendo defraudado por los exabruptos de su aparente adalid.

Como se sabe, el tema de la justicia social pertenece en gran medida a la doctrina social de la Iglesia y ha sido tratado en varios documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II. Las palabras, los gestos y los actos oficiales del Papa Francisco parecen no sólo hacer eco, sino también poner en acto lo que los textos conciliares reclamaban

El teólogo Gustavo Gutiérrez nos hace recordar una frase central del Evangelio, que es la Palabra de Dios: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”.

Más todavía, en las Bienaventuranzas se repiten las frases “Reino de Dios” y “justicia” varias veces, por lo que el cristianismo comprende que hacer justicia social significa reconocer los derechos de los demás, así como la búsqueda de equidad y el derecho sobre todo de los más desposeídos.

Aquella, según el padre de la Teología de la Liberación, es la misión confiada por el Dios de la Biblia al pueblo elegido.

Pero la ultraderecha no se queda tan solo en palabras. Con el mismo argumento que expone Ayuso hoy, durante décadas los seguidores de esas mismas ideas en todo el mundo han desbarrancado gobiernos y asesinado a santos.

¿Santos? Sí. Recordemos a monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador, quien estaba pronunciando las palabras rituales de la misa cuando fue abaleado.

“Que este cuerpo inmolado y esta sangre santificada por los hombres nos alimenten también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo”.

Disimulado tras la pila de agua bendita, estaba el ejecutor escogido por el escuadrón de la muerte y, en consecuencia, por el gobierno del país.

Pobre y representante de los pobres, Romero había viajado a Washington para pedirle al presidente que no siguiera armando al ejército de El Salvador y evitara así una matanza. Su apego a la justicia social tanto como su propia valentía fueron su condena de muerte.

¿Quién mató a Monseñor? O más bien, ¿quiénes lo matan todos los días? Son los irreductibles enemigos de la justicia social que no vacilan en imponer regímenes de fuerza con matanzas, secuestros y torturas para, supuestamente, pacificar un país.

La justicia social no es un invento de la izquierda. Es doctrina central del cristianismo, aunque sus enemigos –encapuchados como políticos de derecha– digan lo contrario.

Quienes, desde América Latina, escuchamos las palabras de Ayuso, recordamos de inmediato el Evangelio de Mateo. Según él, son bienaventurados quienes sufren persecución y prisión por su amor a la justicia. Esas palabras santas vivirán para siempre, y no la torpe arremetida de Isabel Díaz Ayuso, candidata de la ultraderecha en España.


Escrito por

EDUARDO GONZALEZ- VIANA

Novelista, periodista y profesor universitario en Estados Unidos, Eduardo González Viaña publica cada semana la columna “Correo de Salem” que aparece en diarios de España y de las Américas. Inmigración, cultura y análisis político son sus tópicos más frecuente


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El correo de Salem

Un blog de Eduardo González Viaña