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El muro de Asunción

Publicado: 2017-02-25


Por Eduardo González Viaña

El muro de Asunción

Asunción Martínez cruzó el muro cuando el muro todavía no existía.

Atravesó la frontera caminando por el lado de Tijuana cuando ya tenía ochenta y tantos años. No iba sola. Llevaba casi empujando a su hijo Doroteo quien a los cincuentitantos era víctima de una dolencia terminal.

Los médicos de Guatemala ya lo habían desahuciado, pero Asunción no aceptó el mal pronóstico y juntos cruzaron ilegalmente las fronteras de México y los Estados Unidos porque creían que en este último país iban a encontrar al “mejor doctor del mundo”.

Todo lo que llevaba Asunción eran unos doscientos dólares y algunas joyitas personales con todo lo cual pensaba pagar por la curación de su hijo. No tenían visa, seguro ni pasaporte, pero ella estaba segura de que su amor maternal cambiaría el destino, doblegaría a la muerte.

“A la muerte le hablaré de mujer a mujer”, aseguró a sus amigos.

He dicho al comienzo que Asunción cruzó un muro. No era, por cierto, el que hoy día construye el presidente Trump, pero tenía las mismas características: estaba hecho de odio, de racismo, de ignorancia y de una serie de acusaciones falsas, de aquellas que inventan los perversos y los cobardes o los cobardes perversos.

Había pensado escribir algo sobre doña Asunción, y lo haré. La conocí en Berkeley. Era yo catedrático en esa universidad, y la señora-luego de atravesar el sur de California- había ido a la universidad a buscarme para pedirme que le prestara una bomba atómica. Su lectura esperanzada de “Selecciones” le había hecho creer que se había descubierto una cura nuclear contra el cáncer que padecía su hijo.

Mi respuesta tristemente realista no la hizo perder la fe. Acudió a brujos, acupunturistas, naturistas y santones, pero nadie quiso engañarla. Y sin embargo, las dos semanas de vida que le habían dado a su hijo los médicos de Guatemala se convirtieron en meses durante esa búsqueda.

Tres años después, ejercía yo una cátedra de español en Western Oregon University cuando me avisaron que una anciana había ido el campus para buscarme. Salí a su encuentro. A su costado estaba su hijo. Seguían buscando la salud y yo sentí que hacía ya mucho tiempo la habían encontrado.

Anoche, en Salem, he soñado con doña Asunción. Me pedía que escribiera una novela sobre su vida, y he aceptado...porque acaso alguien vendrá a despertarme y me dirá que esta historia del muro era sólo una pesadilla.

En mi sueño, la he visto caminando tranquila hacia la frontera y haciendo que el muro se borre y que se borren también las voces y los actos de los perversos.

Y también he soñado que todas las ilusiones se cumplen cuando se ama. Es bien fácil. Basta con ver, pensar, escuchar, caminar, leer, escribir, dormir, creer, hablar y callar con el corazón, sólo con el corazón.


Escrito por

EDUARDO GONZALEZ- VIANA

Novelista, periodista y profesor universitario en Estados Unidos, Eduardo González Viaña publica cada semana la columna “Correo de Salem” que aparece en diarios de España y de las Américas. Inmigración, cultura y análisis político son sus tópicos más frecuente


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