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La kipáh de Isaac Goldemberg

El 8 de febrero, la Universidad Ricardo Palma lo distinguió como Profesor Honorario.

por Eduardo González Viaña

Publicado: 2017-02-09


La kipáh de Isaac Goldemberg

por Eduardo González Viaña

Un hombre escribe una carta todas las noches, pero al día siguiente la carta amanece borrada, y eso ocurre porque su autor escribe sin convicción. Me parece que lo leí en Borges, y es la primera imagen que viene a mí en cuanto pienso en la obra de Isaac Goldemberg, un camino indetenible a través de diversos géneros literarios para tratar de contarnos y de contarse una historia.

Sin esperanza, pero no sin convicción, Isaac ha publicado "La vida a plazos de don Jacobo Lerner", "Tiempo al tiempo", "Hotel AmériKKa", "En nombre del padre" y varios libros de poesía como diversas estrategias para abordar un tema que conoce, pero cuyo desenlace pareciera ignorar. A través de todas estas versiones, el tema se enriquece, gana perspectivas, revela detalles secretos, parece llevarnos directamente a la puerta secreta detrás de la cual se halla la identidad del autor que, en este caso, también es personaje.

En cada versión, más allá de los cambios de nombres y de detalles, hay un punto de vista y una estrategia diferente que impulsan al lector a desechar los enredos que hace lenta la interpretación de los textos para avanzar directamente hacia la obsesión que los genera. Bien sabemos que una obsesión es casi siempre el punto de partida de una obra maestra, y ese es el caso de "La vida a plazos de don Jacobo Lerner"

Un hombre camina por todo el mundo para descubrir quién o cómo era su padre. En sus senderos, se armará de sabiduría e ingresará en la escuela de misterios —en este caso, el judaísmo— que hacen a ese personaje secreto, inasible, percibible con rostros diferentes. Aprenderá también las sencillas verdades del otro lado de su sangre —la familia materna, la etnicidad peruana. Conocerá el conflicto interno que el encuentro de sus etnias debe necesariamente provocar. Entenderá, por fin, que el relato no se acaba en una forma de narrarlo y ensayará la novela, el teatro, la poesía —los géneros literarios— que son trazos diferentes de escritura y de camino para burlar el laberinto.

Dentro de la literatura americana, hay un caso terriblemente similar al suyo, y es el del Inca Garcilaso de la Vega. Su obra más importante —tanto para el propio Garcilaso como para América— son los “Comentarios Reales de los Incas” (1609), un libro que escribió "forzado del amor natural a la patria" y como natural del Cusco, "que fue otra Roma en aquel imperio".

En ella, el autor tratará de narrar, a edad madura, la historia que escuchó de niño acerca del imperio, y su esfuerzo romperá el silencio oficial y desentrañará la más misteriosa de sus sangres. Hay una línea no interrumpida de trabajo en el camino que va desde sus obras primeras hasta los Comentarios, un ensayo a través de escrituras y aventuras diversas hasta llegar a lo que se quiere decir, y lo que no se conoce del todo hasta ese momento.

De la misma forma que Garcilaso, Goldemberg parece haber comprendido, a lo largo de un largo periplo, que la mejor forma de penetrar en el misterio de su identidad, es decir, de hallarse, era la de hablarse a sí mismo y por eso, Isaac se habla y, al hacerlo, empieza pronto a escuchar aquellas antiguas voces que creía perdidas, aquellas con las que sus estirpes le dictan muchas ficciones.

La más saltante —y acaso sobresaltante— de ellas es la voz sin voz de su padre, convertido en pura imagen, al final de "Hotel AmériKKa" cuando el protagonista niño de "La vida a plazos..." ahora convertido en Jesús Lerner, se encuentra culminando la ceremonia del bar mitzvá.

En todas las iniciaciones, luego de callejones sin salida, bosques espesos o laberintos sagrados, el nuevo adepto adquiere una nueva fuerza que supera con holgura toda la que hasta entonces había perdido. Lo mismo ocurre con Goldemberg que, en el camino hacia " En nombre del padre " ha aprendido a narrar de una manera que combina el espíritu de la narración oral con el ritual religioso, y que obliga al lector a establecer una permanente pesquisa acerca de la relación entre el autor y sus personajes.

El primer resultado de todo esto es que Isaac Goldemberg parece haber hecho estallar el relato tradicional para después mostrar al lector solamente los restos del mismo; y estos restos, por los simbolismos que encierran y por el profundo silencio que los rodea, revelan una capacidad de sugerencia tan infinita como su capacidad de engendrar nuevas ficciones.

Como Garcilaso, Goldemberg encuentra al fin lo que anda buscando, el íntimo secreto de su origen y revela las estrategias de sobrevivencia de las dos culturas que por medio de él se revelan, y al hacerlo crea una nueva forma de expresividad. No se limita, como muchos escritores, a manipular las palabras difuntas que recibieron, desamparadas de medida, significación y sacralidad, sino que logra que la palabra olvide su carácter de bien mueble y que cada fonema tenga una capacidad encantatoria.

Tales deben ser, además, las razones por las cuales el autor ha acudido a la poesía, entre la variedad de géneros que le sirven para contar su historia y conseguir la kipáh que le estaba destinada. La kipáh es ese sombrero circular que los judíos adhieren a la parte trasera de la cabeza y cuyo equilibrio me suscita siempre tanto asombro.

Un rabino mágico de Sevilla aseguraba que cuando cae un kipáh también cae una estrella. Pero eso no ocurrirá ahora porque "La vida a plazos de don Jacobo Lerner" cada día tiene más vigencia y sabemos que la kipáh de Goldemberg no va a caerse nunca. El sistema solar podría borrarse si eso ocurre, y si no nos vemos el lunes.


Escrito por

EDUARDO GONZALEZ- VIANA

Novelista, periodista y profesor universitario en Estados Unidos, Eduardo González Viaña publica cada semana la columna “Correo de Salem” que aparece en diarios de España y de las Américas. Inmigración, cultura y análisis político son sus tópicos más frecuente


Publicado en

El correo de Salem

Un blog de Eduardo González Viaña