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El cargamontón contra Lori Berenson

Publicado: 2011-12-29

Nada es tan despreciable como el cargamontón. Tan cobarde es que, en el Perú de nuestros días, sus víctimas más frecuentes son las mujeres.

Durante casi una década, todo el Perú oficial, las personas “serias”, la radio, la prensa y el dinero  amontonado por las empresas mineras se fueron encima de Ollanta Humala en un Plan Sabana que estaba destinado a acusarlo de criminal y de terrorista, acallar su voz, y, por fin, humillarlo y aplastarlo.

Por eso fue que hice campaña por él. Semana tras semana, escribí artículos en este y en diferentes diarios del mundo así como en el Internet, el medio preferido por quienes no somos dueños de los medios. Lo hice porque siempre me he sumado a los perseguidos y a los débiles. Y por eso escribo esta nota.

En estos días, el cargamontón se dirige contra alguien que no puede defenderse por ser mujer y ser extranjera y por llamarse Lori Berenson.

Su historia comenzó en 1995. En esos días, la ira de la dictadura peruana se dirigía contra los “judíos” porque un empresario de ese origen étnico  había permitido que en su canal de TV se revelaran algunas millonarias cuentas bancarias de Montesinos. Con esa información se puso en evidencia que buena parte de la fortuna del socio del tirano provenía de los pagos que le hacían los narcotraficantes.

Pero, sobre todo, Fujimori y su asesor estaban enfurecidos contra Estados Unidos porque el embajador de ese país había denunciado la millonaria coima recibida por el gobierno en la compra de aviones militares sobrevaluados a Bielorrusia.

De pronto y por esas razones, el régimen se hizo antinorteamericano, y el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas –después convicto por narcotráfico- envió soldados para que hicieran pintas en la Vía Expresa de Lima contra los “judíos” y el “imperialismo yanqui”.

Para su mala suerte, una joven detenida entonces por sus simpatías con el movimiento Túpac Amaru, Lori Berenson, era norteamericana y de origen judío, y por eso, bajo órdenes expresas de Fujimori, en un par de horas de supuesto juicio, tres jueces militares encapuchados la condenaron a prisión perpetua por el delito de “traición a la patria”, una sentencia  que comenzó a cumplir en un penal con temperaturas bajo cero y en condiciones de confinamiento solitario perpetuo.

Algo que evidencia el trato desigual contra ella es el hecho de que una chica japonesa y otra, italiana, antes y después acusadas de lo mismo, recibirían por todo castigo la deportación a sus países de origen.

El absurdo delirante de condenar a alguien por traición a una patria que no era la suya y la parodia brutal del proceso suscitaron en todo el mundo el ridículo y la censura. En todo el mundo, menos en el Perú donde la muchacha fue pintada como “enemiga del país” por la televisión y la prensa mercenaria cuyos dueños aparecerían después en los videos recibiendo millonarios sobornos de Montesinos.

Tras la fuga de Fujimori y bajo el régimen democrático, se obedeció el fallo de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos que consideraba aberrante el supuesto proceso judicial anterior, y en 2001 se ordenó un nuevo juicio. Sin embargo, las condiciones en que se realizó éste fueron otra parodia y una especie de linchamiento público.

Marcos Ibazeta, un abogado del team de Montesinos, se encargó de presidir el tribunal y,  desde antes de iniciarse las acciones procesales, adelantó su opinión condenatoria. No hubo humillación que este pobre hombre ahorrara a su víctima desde el primer momento en que pretendió que aquella respondiera tras de rejas.

En un remedo de los juicios estalinianos, el día previo a la sentencia, Ibazeta- quien buscaba publicidad para ocupar un puesto público- levantó el índice derecho y conminó a la acusada a renegar sus ideas socialistas. Aquello hacía más claro que, contra todo principio civilizado, se condenaba a Lori Berenson por sus convicciones ideológicas y no por un acto delictivo.

No se le probó ninguno de los cargos de la acusación, y se la condenó por “colaboración con los terroristas”, un cargo que no estaba incluido entre los que se le imputaban, y se le dio 20 años de prisión.

En libertad condicional luego de haber cumplido las dos terceras partes de su condena, Lori Berenson ha conseguido un permiso judicial para viajar a Estados Unidos. Ahora el cargamontón de los periódicos y la televisión se dirige contra ella y contra las autoridades judiciales que le concedieron el permiso de viaje.

La libertad no es lo único que suprime la dictadura. En el Perú ha confiscado bienes más valiosos como son la decencia de los que recibieron sus dádivas y la valentía de los que callaron o miraron hacia otro lado.

La dictadura puso en suspenso la libertad por diez años,  pero sus efectos persisten y sus antiguos colaboradores- los que sonrieron, aceptaron y aplaudieron los crímenes y los ultrajes-  son ahora dueños de la mayor parte de los medios.

La prensa, la radio y la televisión ya han comenzado el cargamontón. Hay cosas más estimables que también puede perderse en el Perú de estos días. Son el amor y la compasión que están a punto de ser canjeados por una perversidad implacable. ¡Por amor de Dios, déjenla libre, dejen en paz a esta mujer y a su criatura!


Escrito por

EDUARDO GONZALEZ- VIANA

Novelista, periodista y profesor universitario en Estados Unidos, Eduardo González Viaña publica cada semana la columna “Correo de Salem” que aparece en diarios de España y de las Américas. Inmigración, cultura y análisis político son sus tópicos más frecuente


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El correo de Salem

Un blog de Eduardo González Viaña