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OBLIGACIONES DE LA LIBERTAD

En nuestro tiempo, vivimos dentro de una espantable confusión moral en el Estado peruano. La libertad me impele a hablar de ella,

Por Eduardo González Viaña

Publicado: 2024-04-21


La medalla de la Libertad con la que me distingue el gobierno regional en Trujillo me da una gran felicidad y, al mismo tiempo, me imprime una tremenda responsabilidad moral.

Hay que comenzar hablando del origen de ese nombre para la región cuya capital es Trujillo. Se llama así porque, sin que Trujillo proclamara la independencia antes que Lima, y sin su apoyo entero y perseverante al héroe Simón Bolívar, este país nunca habría conquistado su emancipación.

Ejercitar la libertad moral me trae dos certezas y proclamarlas en voz alta: una, que César Vallejo no solamente no obtuvo una medalla, sino que fue castigado con sufrir una cárcel que siempre estuvo delante de él esperándolo con las garras abiertas y la boca afanosa por deglutirlo.

En París o Madrid, como cualquier otro hombre o mujer del Perú, Vallejo estuvo deseando volver a su tierra, pero si lo hubiera hecho se habría entregado a la barbarie impuesta sobre él, al castigo por sus ideas, y nunca jamás a lo que ahora, después de muerto, recibe.

Por su parte, Ciro Alegría obtuvo una cárcel y una capilla donde largamente esperó la hora de llegar al paredón en que iba a ser fusilado.

En efecto, la más importante novela de América “El mundo es ancho y ajeno” (1941) fue escrita por Alegría, quien unos años antes había sobrevivido a una matanza, había esquivado un pelotón de fusilamiento, había pasado varios años en la cárcel, había sido desterrado después y, la mayor parte de su vida, no pudo regresar a la patria debido a que una sucesión de dictaduras se lo impidió siempre.

Presumo que, en la celda, cerraba los ojos y pensaba en Rosendo Maqui y en los asombrosos campesinos de sus novelas, pero nunca recibió una medalla de oro por su tarea.

La mejor que uno y otro hubieran deseado era la posibilidad de vivir en su patria.

En nuestro tiempo, todo nos hace sentir que vivimos dentro de una espantable confusión moral en el Estado peruano. Aparte de hechos que no son reseñables, me preocupan las recientes declaraciones del ministro de Educación ante un periodista de la TV.

El reportero, sumamente preocupado, le preguntó qué se iba a hacer con los miles de participantes en la guerra interna del siglo pasado que, cumplidas sus condenas, han salido en libertad.

El representante del Estado peruano lo tranquilizó diciendo que no iba a permitir que ninguno de ellos regrese a trabajar a una escuela, y que la agenda del gobierno es “aterrorizarlos” (ergo, por sus propias palabras nos consta que vivimos bajo un gobierno terrorista).

Eso es castigo después del castigo. Eso es perversidad. Eso es adherir a la pena de cárcel la de descuartizamiento.

Debo agradecer a Trujillo, a La Libertad y al presidente del gobierno regional el apoyo que me ofrecen para seguir escribiendo. He publicado, hasta ahora, unos sesenta libros. Pretendo seguir haciéndolo, pero más que todo proyecto seguir ejerciendo mi libertad.

Por fin, la medalla de la libertad me hace musitar el poema de Darcy Ribeyro:

Me puse del lado de los indios, y me derrotaron.

Me puse del lado de los negros, y me derrotaron.

Me puse del lado de los campesinos, y me derrotaron.

Me puse del lado de los obreros, y me derrotaron.

Me puse del lado de los pobres, y me derrotaron.

Me puse del lado de los perseguidos, y me derrotaron.

Me puse del lado de los discriminados, y me derrotaron.

Me puse del lado de los débiles, y me derrotaron.

Pero nunca me puse del lado de los que me vencieron.

Esa es mi victoria.


Escrito por

EDUARDO GONZALEZ- VIANA

Novelista, periodista y profesor universitario en Estados Unidos, Eduardo González Viaña publica cada semana la columna “Correo de Salem” que aparece en diarios de España y de las Américas. Inmigración, cultura y análisis político son sus tópicos más frecuente


Publicado en

El correo de Salem

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